viernes, 2 de diciembre de 2016

Relato "La Ciudad de los Grandes" (Astrid Max)



Las Ciudades

En un tiempo , sólo en algún tiempo existían dos ciudades. Ambas estaban delimitadas, por un río de aguas claras, que acogían un sinfín  de distintas especies de peces, de colores tremendamente dispares y diversos. Sin duda eran llamativos y sobre todo preciosos.

En la vertiente situada frente a los dos soles se encontraba la Ciudad de los Grandes. En la orilla opuesta que miraba con discreción a las dos lunas, se hallaba la Ciudad de los Artesanos. Donde habitaba el joven Iuman.

El muchacho sagaz e impetuoso , en ocasiones disfrutaba encaramándose a árboles frondosos de tronco portentoso y raíces aferradas a una tierra color vino. Las risas de Iuman junto con las de sus amigos Akari y Amiba se dejaban sentir a través de las calles empedradas de la Ciudad de los Artesanos, acariciadas por los soles que asomaban a través de la vertiente opuesta.
 
Corrían por entre las calles , mientras reían y soñaban en cómo sería la Ciudad de los Grandes. Pensaban que seguramente sería preciosa, que sus ojos quedarían deslumbrados, casi estupefactos ante el esplendor de esa Ciudad que desconocían.

De ese modo transcurrían sus vidas , en un tiempo que se antojaba agradecido . Hasta que un día , el joven , con cierta audacia decidió proponer a sus padres la idea de conocer esa Ciudad enorme separada por un río de aguas no siempre tranquilas.

Eko y Della, los padres del joven Iuman no dibujaron precisamente una sonrisa en sus rostros, ante lo que consideraban todo un desafío . Conocer la gran Ciudad. En sus mentes parecía esplendorosa pero sus corazones les susurraban que no era belleza lo que albergaba.

A los pocos días, la familia se aventuró hacia la gran Urbe. Della y Iuman observaron durante el transcurso, los colores llamativos, sorprendentes de pequeños y  grandes peces que se desenvolvían  con particular destreza y agilidad, a través de las aguas limpias de un río revelador.
Alcanzaron la orilla opuesta en poco tiempo, a penas tardaron un asomar  de la luna. Eko al pisar con sus botas la tierra firme que envolvía la gran Ciudad no percibió la humedad y el olor a musgo que desprendía la tierra rojiza de su pequeña Ciudad. Della cogió la mano de Iuman con firmeza mientras percibía un cierto olor a rancio.
 El joven sonreía , aunque no podía dejar de sentir la inquietud de sus padres, en sus miradas.

Anduvieron poco más de media legua cuando se encontraron con la Ciudad grandiosa. La familia quedó estupefacta al contemplar edificios enormes, la mayoría con más de quince plantas de altura, las calles asfaltadas con firmeza y un brillo , casi cegador . Apenas había personas atravesando sus calles, por las que circulaban vehículos que desprendían un gas molesto a los ojos y la garganta. Todo parecía responder a un orden cuidadosamente pensado. Los vehículos pestilentes emitían de manera constante un ruido, que también llegaba a resultar algo más que molesto,casi se tornaba en ensordecedor.  Se detenían ante pequeños destellos de luz y de nuevo reanudaban su camino cuando la luz producía un tenue parpadeo. Los pocos transeúntes que recorrían las calles miraban de manera reiterada una pulsera negra y sus ojos mostraban preocupación. Todos vestían ropas de tonalidades apagadas. Y sus miradas distaban de ser felices.

    ¡ No hay árboles papá !
    ¡ Dónde están los árboles!. Exclamó Della
    ¿ No hay aves?

            _ Es cierto respondió Eko. ¿ Dónde están los árboles y las aves que se posan en ellos ?.

Durante toda la jornada anduvieron por entre las calles de una ciudad magnifica, pero que parecía desolada y desprendía una profunda tristeza y un hedor al que la familia estaba desacostumbrada.
Iuman ya comenzaba a desfallecer necesitaban detenerse y probar un bocado. Sus ojos ya no percibían al gigante urbano con sorpresa, sino con desolación.
Sus pasos se detuvieron esta vez sorprendidos al observar un pequeño árbol , que se mostraba altivo. Su tronco todavía era frágil pero sus hojas lucían un verde repleto de fulgor, que contrastaba con el gris impenitente de aquellas calles, largas , largas, largas , largas y  vacías, vacías , vacías , vacías, tanto , tanto , tanto , tanto que en ellas todo sobraba. Y por estorbar hasta la risa y la alegría quedaban desdibujadas por los rostros inertes de unos pocos transeúntes que deambulaban a través de la urbe pendientes de su pequeña pulsera.

            _ Papá mira. Ahí hay un árbol.

La familia se acerco al pequeño árbol. Iuman no dudó en abrazarse a él con fuerza.

           
            _ Eres pequeño , pero eres fuerte. Estás bien pequeño árbol . Y prosperarás como todos tus             congéneres de la Ciudad de los Artesanos.

La familia se abrazó con ímpetu alrededor de aquel pequeño sauce y sus hojas cobraron todavía mayor vigor.
Un gorrión sobrevoló de manera inesperada aquel cielo extremadamente pálido y el sauce le susurró entre la brisa. Le susurró ternura y le dijo que era fuerte . Mucho más que aquellas fachadas de ladrillo y cemento, mucho más que la frialdad de aquellos corazones sin alma, mucho más , mucho más, mucho más …

Los tres siguieron con atención su vuelo y en sus caras se dibujó una sonrisa de complicidad, que derrochaba valentía . Eko sin necesidad de palabras comenzó a caminar. Della y Iuman le siguieron con paso más que firme, decidido y perseverante. Dejaron atrás aquellas calles interminables y retornaron a su Ciudad. Sin dilación Eko convocó una asamblea presidida por los mayores de su Ciudad. Cuatro hombres y cuatro mujeres de entre sesenta y setenta años que habían dedicado su vida al desarrollo de oficios artesanos y destacaban sobre todo por su serenidad, perseverancia y buen criterio.
La Asamblea concluyó a la puesta de los dos soles. Una amplia comitiva formada por hombres , mujeres y jóvenes de la Ciudad se dirigió esta vez sin sorpresa,hacia la gran Urbe. Varias embarcaciones surcaron las aguas repletas de peces multicolores que con agilidad se desenvolvían entre las fuertes corrientes que se sucedían en el río. Al desembarcar y sentir la tierra todavía fértil en sus manos no lo dudaron. Prestos se adentraron en la Urbe desolada. Sus risas, sus voces, sus conversaciones joviales todo lo llenaron y a todos llegaron. Aquellos transeúntes de corazones mal pertrechados esbozaron una sonrisa tímida . Los dos soles comenzaron a asomar entre la niebla hasta entonces perenne. Pequeños gorriones arribaron a los edificios de mayor altura, aunque sólo uno se aventuró a sobrevolar todas y cada una de las calles de la Urbe desolada. Todos detuvieron su mirada en aquel pequeño gorrión que sin temor surcaba una y otra vez aquel entramado de edificios grises.

_ Canta, canta pequeño gorrión. Canta para que también lo hagan nuestros corazones. Dijeron al unísono aquellos hombres y aquellas mujeres de almas valientes e intrépidas.

Y gorrión cantó. Tan bonito fue su trinar que a todos los corazones conquistó aquella melodía sutil, que se abría paso de manera irremediable . Entonces nadie contuvo la sonrisa . La niebla comenzó a despejar y la luz inundó por completó la Ciudad entera. Las fachadas grises se revistieron de tonos aterciopelados salpicados por brillos intensos. Y Pequeño Árbol se revistió de un verde intenso en sus hojas . Eko , Della y Iuman se acercaron de nuevo al Pequeño Árbol y le abrazaron con tal intensidad y ternura que incluso ganó unos centímetros a ojos de todos. Flores y plantas de distintas especies comenzaron a florecer en la gran Urbe.

Y el gris que en otro tiempo colmaba la Ciudad dejó paso a la luz, el color, la sonrisa y el trinar de los gorriones.

Aquellos artesanos retornaron a su ciudad de calles empedradas . Con una sonrisa más amplia en sus rostros.



                                                                                                                                  Astrid Max